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A favor de la nostalgia

¡Perdón, perdón! Una semana sin contestar, imperdonable. Como tú mismo decías en la entrevista que te hicieron en Mujer Hoy, somos working girls, que es el estrato inmediatamente anterior a workaholics. Y como no sabemos decir que no... bueno tú sí, y al fin y al cabo te pago como manager para que digas que no por mí. El caso es que no hemos parado, y como yo tengo esta manía de escribir sóla, casi al amanecer, pues no encontré el momento.

Tú última entrada en este blog blindado me planteaba una cuestión trascendental, ¿cómo te gustaría morir?. Casi no tenía pensado contestarte, porque el asunto Eurovisión tenía mis neuronas ocupadas. Pero ya ves, siete días después cambian las prioridades, se muere un amigo y Eurovisión parece una burla frente a la gran pregunta. Aún así, la mentalidad germánica que me aprisiona impide que me salte el orden impuesto por mí, así que hoy te hablaré de Eurovisión y la nostalgia, pero después, quizá mañana, me gustaría retomar el tema de la muerte.

Te habrá sorprendido el título de esta entrada, sobre todo teniendo en cuenta que la segunda vez que escribí en este espacio el título fue CONTRA LA NOSTALGIA. No me he vuelto loca, ni he sido abducida por el géminis astrológico que supuestamente rige mi destino. Te lo explicaré, y tú lo entenderás.

Cuando participamos en el programa especial que Televisión Española emitió unos días antes de Eurovisión, tuve ocasión de disfrutar de las imágenes de archivo que atesora la cadena. Actuaciones eurovisivas, presentaciones de Rafaella Carrá (¡estupendos en la foto!), gags de Martes y Trece, producciones impagables. Soy una devoradora de imágenes, de historias, de recortes de prensa, de hagiografías de vedetes y travestis. Me paso el día comprando singles de vinilo, autógrafos de Lola Flores, fotos que Elvis o Raphael se hicieron con una fan anónima y desaparecida. Y al mismo tiempo proclamo el rechazo a la nostalgia, a la lágrima fácil por el tiempo pasado.. ¿Estoy loca? Creo que no. Si Nacho y yo no nos hubiéramos sentido continuamente presionados para asentarnos cómodamente en el pasado, viviríamos con más naturalidad el incorporar a nuestro repertorio éxitos antiguos. Pero como desde la adolescencia detectamos ese apego enfermizo en público y crítica por elevar a máxima vital aquello de más vale malo conocido que bueno por conocer o cualquier tiempo pasado fue mejor, nos rebelamos y decidimos mirar siempre hacia delante. En Pegamoides no se tocaron éxitos (es un eufemismo) de Kaka de Luxe, en Dinarama no se retomaron las canciones más conocidas de Pegamoides y con Fangoria no hemos caído en la tentación de vivir de los himnos de Dinarama. En cualquier caso, creo que eso es lo que tiene que hacer un artista, cualquiera que se dedique a una actividad que implique creatividad, porque lo creativo está en generar cosas nuevas, no en repetir fórmulas conocidas. Otra cosa, y a eso voy, es que un mínimo de cultura general te lleve a disfrutar con las grandes y pequeñas obras generadas por otros artistas, en el presente, en el pasado inmediato o en el pasado remoto.

Participar en la gala de Eurovisión me hizo pensar en los maravillosos programas musicales que se han hecho en Televisión Española, en ese archivo de lujo poco explotado. Los musicales ya no son un valor, ya no dan audiencia, ya nunca veremos un programa como los de Iñigo desde el Florida Park, un compendio de eclecticismo como el de Aplauso (donde lo mismo aparecían los Ramones que los Pecos), una Edad de Oro, ni siquiera un I-Pop, el útimo intento de Ordovás por aportar algo a la cadena. ¿O sí? Los catorce millones de espectadores que tuvo el festival la semana pasada quizá reconviertan las audiencias y las tendencias. No sé...

Te dejo algunos rostros históricos del festival capturados de un Lecturas.

Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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