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Tengo un fantástico plan familiar: el London market del ayuntamiento

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Puente de la Inmaculada. ¿Algo apetecible para los que nos quedamos en Madrid? ¿Por qué no nos acercamos hasta el ayuntamiento? Bueno, si estás dispuesto a hacer una cola de muchísimos minutos para ver el Belén napolitano…

¡Ah! Pero hay otro plan estupendísimo en el viejo Palacio de Comunicaciones. ¿Sí? ¿De qué se trata? Al parecer han habilitado un espacio para reproducir un mercadito londinense, una especie de delegación de Portobello en Madrid. Pues sí que pinta chulo. ¡Vámonos para allá!

La mañana del sábado no es fácil acceder y aparcar en la zona de Cibeles-Alcalá. Pero con un poco de paciencia –o pagando parking- se consigue. Mucha gente en la zona: turistas extranjeros, españoles de otras provincias, madrileños de los de toda-la-vida y de los otros,… De lejos ya se advierte que a la puerta del ayuntamiento se acumula un buen montón de gente: sobre todo para el Belén, pero también para una exposición sobre la Casa de Alba.

¿Oiga, lo del mercado londinense no es aquí? Sí, pero se accede por la calle Montalbán, justo frente al Cuartel General de la Armada. Girando la manzana ya se advierte que a unos doscientos metros está la valla/cola de acceso. No se ve mucha gente esperando. “Debe ser porque para entrar hay que pagar 5 euros”. Poco antes de llegar, una familia contrariada, casi enfadada. Ella le dice al él: “Pues no leí nada de que hubiera que tener 18 años para entrar…” Ummm, esto me huele mal.

“Perdone, lo siento, pero el “London market” sólo es para mayores de 18 años”.

“¿Cómo dice? Y eso, ¿por qué?”

“Es que lo patrocina Beefeater…”

“¿Y qué pasa?”

“Pues que es una bebida alcohólica”

“¿¡!?”

Esto es el nivel en el que nos movemos en el Madrid, en la España del siglo XXI.

Yo ya renuncio, de verdad. Señor Estado, dígame lo que puedo y no puedo hacer, déme una hoja de instrucciones con las calorías que puedo tomar cada día, las bebidas que tengo que ingerir, el ejercicio que debo hacer. Háganlo ya. Dejen de disimular. La rana ya está cocida, se lo juro. No saltaremos. Terminen de instalar las –pocas- cámaras que faltan, y no se corten con el tuiter y el feisbuc para controlar nuestros pensamientos. Y a los hijos edúquenlos ustedes, faltaría más.

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