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Los Okupas "legales", el mejor incentivo para el alquiler

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El estupendo artículo “No hay quien saque al ‘okupante’” publicado por Inmaculada de la Vega en El País del pasado 9 de enero, me ha recordado una anécdota que me sucedió en los años del boom. En una ocasión tuve que negociar la compra de unas viejas naves industriales que conformaban una manzana cuyo uso había sido reclasificado a residencial. Uno de ellas pertenecía a un señor que regentaba un taller de reparación de coches. Ya se sabe que este tipo de negociaciones se dilatan mucho en el tiempo y son muchas las horas que pasas con los propietarios, hasta el punto de que se genera una cierta intimidad y confianza.

Así, el garajista me contó un día cómo fueron sus orígenes –y el de una de las fortunas de Madrid-: “En aquel entonces yo tenía una grúa (de coches) que era como me ganaba la vida. Fulanito un día me llamó y me dijo: pásate por la calle Mayor, coge el Seat 127 matrícula M-xxxx; y lo llevas al almacén de la calle tal. Y así lo hice. Fulanito me siguió llamando para hacer lo mismo cada vez con coches distintos en barrios diferentes; al principio muy de cuando en cuando, y más tarde frecuentemente. Yo no hacía preguntas; me pagaban por el servicio y punto. Pero un día, hablando con un empleado de Fulanito pude averiguar de qué se trataba todo esto: Fulanito tenía gente que vigilaba las calles. Así, cuando detectaban que un coche permanecía aparcado durante varias semanas en el mismo sitio, comprendían que el propietario no lo usaba apenas y que no estaba pendiente de él. Y se lo llevaban usándome a mí y a gente como yo.” “Y ¿nunca te encontraste con un propietario?”, le pregunté. “No, nunca me pasó. Pero si me llega a pasar, en mi ignorancia, habría pensado que se trataba de un error”. “Y ¿qué hacían después con los coches?”, inquirí de nuevo. “Entiendo que los descuartizaban y los vendían por piezas, para recambios y eso”.

Inmaculada de la Vega relata una versión actualizada y adaptada a la vivienda que está sucediendo ahora en España. Por lo visto, y organizados en mafias, hay quienes se dedican a vigilar qué pisos están vacíos. Cuando detectan uno –cosa que ahora debe ser muy fácil- rápidamente le cambian la cerradura, pintan la puerta, y lo alquilan –generalmente a inmigrantes- a través de contratos falsos verbales (válidos en nuestro ordenamiento jurídico) o por escrito. Gracias a la lentitud de la justicia y a un ordenamiento excesivamente garantista, desalojarlos de la propiedad puede llevar desde uno hasta varios años.

De hecho, y según cuenta el artículo, este problema es mucho más difícil y lento de resolver que la clásica situación que siempre ha generado miedo a los propietarios –que un inquilino legítimo deje de pagar y se tarde años en desalojarle-: tras la reforma de la LEC (Ley de Enjuiciamiento Criminal) del año pasado, este problema parece que ahora se soluciona en cuatro meses.

Así que ya no tienen que preocuparse nuestros gobernantes por el fomento del alquiler; que se dejen de cánones y amenazas de expropiación (como en la Ley Vasca de la Vivienda): no hay otro incentivo como el miedo a que te ocupen un piso en el que, además de que la renta se la lleva otro, tardas como mínimo un año en desalojarlo y, para colmo, tienes que seguir pagando luz y agua so pena de ser acusado de violación de intimidad. ¡País!

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